¡Saludos!
La colaboración de tres instituciones museísticas francesas, el Museo Tessé de Le Mans y los de Bellas Artes de Tours y Angers, ha posibilitado la organización de una interesante muestra itinerante sobre Moda y Pintura en los Países Bajos del siglo XVII.
Su título original es L´ettofe des Flamands. Mode et peinture au XVII siècle.
Imágenes del Museo de Bellas Artes de Tours con una imponente chimenea de época Luis XIII. En este museo se puede contemplar esta exposición hasta el próximo 2 de octubre de 2023. Posteriormente, se exhibirá en el Museo de Bellas Artes de Angers desde junio hasta septiembre de 2024.
Pinturas, dibujos y grabados de moda se confrontan con documentos históricos como cartas de intercambios comerciales, facturas, inventarios, muestras -échantillons- textiles, indumentos y otros objetos así como accesorios de moda, revelando así a la indumentaria como un espejo y vector esencial para conocer una época y su sociedad.
Guantes matrimoniales de Cornelia Fagel, 1637. Museo de Amsterdam. En el siglo XVII, para ser honorable, una mujer de un grupo social elevado debía casarse. La soltería no era una opción. Un accesorio simbolizaba ese estatus: los guantes de boda. Ofrecidos por el novio a su futura esposa, eran utilizados durante la celebración nupcial: la esposa se quitaba el guante en los esponsales, dando la mano a su esposo, como signo de fidelidad conyugal. Estos suntuosos guantes de cuero con bordados de seda, perlas e hilos dorados, presentan motivos decorativos muy simbólicos: claveles (amor y matrimonio) y violetas (virginidad y humildad). Fuente de la imagen https://www.arts-in-the-city.com/2022/10/13/letoffe-des-flamands-lexposition-melant-mode-et-peinture-au-musee-de-tessee/
Factura con ocho échantillons o muestras de lana de Leyden, 1688. Museo de Lakenhal, Leyden. Fuente de la imagen https://colorants.hypotheses.org/4351
La exposición nos evoca la moda del siglo XVII en los Países Bajos, centrándose
más en la protestante Holanda y menos en la católica Flandes, en aquel
entonces bajo el dominio español de los Habsburgo.
Escuela holandesa, Mujer sentada en un sillon sosteniendo un libro, 1633. Fuente de la imagen: Museo del Louvre
La importancia de las fuentes iconográficas
Las fuentes iconográficas son vitales para analizar cómo era la moda de esa época. Nos evidencian la rica realidad social, económica y cultural de los Países Bajos en el siglo XVII.
Como
afirma la historiadora Alexandra Bosc en el catálogo de esta exposición, nuestra percepción de la moda neerlandesa del siglo XVII
procede en gran parte -por no decir totalmente- del prisma que nos ha
dejado la pintura. Así se nos revela en los retratos de aristócratas refinados; burgueses vestidos austera y elegantemente de negro
con sus imponentes golas -fraises-; escenas de vida cotidiana en interiores o del pueblo llano con sus ropas raídas apreciables en las pinturas de género (trabajo y ocio rural). Desafortunadamente, son muy escasos los vestigios materiales de indumentos y accesorios conservados de esa época.
En esta muestra podemos encontrar reproducciones de indumentos creados especialmente para la ocasión a partir de
cuadros y documentos de ese periodo.
Modas y estatus social
En
el siglo XVII, la indumentaria que llevaban las élites neerlandesas se
inspiraban en las modas extranjeras: primero españolas y después,
francesas. Entre 1600-1625 la moda del "traje a la española", de
vigencia incontestable en buena parte del siglo XVI, inspiró su
indumentaria que fue suplantada a partir de 1625 por la más colorista
moda francesa, auspiciada por los aristócratas galos. Estas tendencias
se difundieron por Europa gracias al envio de prendas o incluso de
"muñecas o maniquíes de moda" que hacían la promoción de las últimas
novedades.
En
una sociedad fuertemente jerarquizada como era la del Antiguo Régimen,
cada uno se vestía según su estatus social. En suma, se era lo que se
aparentaba: ver y ser visto. Era, hoy como ayer, un auténtico signo exterior de riqueza.
Los "regentes" o gobernantes vinculados a la burguesía holandesa, así como los aristócratas de otros países, no escatimaban en gastos en sus
indumentos con lujosos encajes o exquisitas sedas. Aunque en Holanda no existian leyes
suntuarias estos excesos de la moda eran fustigados por
predicadores-moralistas de todo pelaje, tanto protestantes como
católicos.
Frans Pourbus el Joven, Retrato del archiduque Alberto de Austria (1559-1621), gobernador (1595-1598) y después soberano de los Paises Bajos españoles (1598-1621). C. 1599. El
archiduque Alberto, esposo de la hija predilecta de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, posa aquí como jefe
del ejército. Su lujosa armadura está realizada con damasquinado -método
que permitía finas decoraciones de oro y plata-. Porta un baston de
mando o cetro y el collar de la orden del Toisón de oro, orden de
caballería de los Habsburgo. La indumentaria del archiduque revela todavía la moda del
siglo XVI, con sus grandes greguescos. Fuente de la imagen: Wikipedia.
Frans (II) Pourbus, Retrato de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, soberana (1598-1621) y después gobernadora de los Países Bajos españoles (1621-1633). C. 1603. Aparece con la rígida silueta troncocónica del "traje a la española", con un gran cuello de blonda denominado " lechuguilla punteada" y exquisitas joyas. El peinado es de alto copete adornado con diadema de forma puntiaguda, característico de las damas cortesanas y típicamente español. Fuentes de las imágenes: https://www.rct.uk/sites/default/files/256517-1473682819.jpg y Wikipedia.
La
indumentaria en el siglo XVII era un bien de consumo costoso.
Muy
codiciados, eran frecuentemente robados: 40% de los robos cometidos en
Amberes eran textiles e indumentos. Y es que una buena parte de la población no tenía medios para sufragarse sus propia indumentaria, que no pasaba de ser ropa muy simple, destinada a la protección contra los elementos, lejos de cualquier exigencia de moda o adorno.
Los
menos favorecidos económicamente se contentaban con indumentarias
modestas y toscas, para poder conservarlas el mayor tiempo posible.
Compradas a ropavejeros, su guardarropa era muy restringido y se
componía de trajes sencillos con telas resistentes como cáñamo, lana o lino de baja calidad y si eran tintados, de colores apagados y baratos.
En
los centros urbanos, los más pobres y vulnerables -personas de edad
avanzada, enfermos, huérfanos, etc. -se beneficiaban de donaciones
realizadas por instituciones caritativas. A modo de economía circular, cuando los materiales eran ya inservibles como indumentos se "reciclaban" para producir papel.
Los zapatos de cuero eran un lujo.
Este cuadro de Rembrandt es una de las obras maestras del Museo de Tours. Rembrandt, La huida a Egipto, 1627. Museo de Bellas Artes de Tours. Fuente de la imagen: Wikimedia Commons
David (III) Rijckaert, El cirujano, 1638. Museo de Bellas Artes de Valenciennes. Fuente de la imagen: https://en.muzeo.com/art-print/le-chirurgien/david-ryckaert-the-younger. En esta pintura de género holandesa apreciamos la pobreza de los indumentos, raídos y con rotos.
Mules, Holanda, c. 1600-1650. Rijksmuseum, Amsterdam. Fuente de la imagen: Rijksmuseum
El siglo XVII, el Siglo de Oro holandés
Entre las grandes potencias económicas y culturales del siglo XVII se alzan sin duda, los Países Bajos. La
rica república de emprendedores burgueses de las Provincias Unidas vivió su máximo esplendor, su edad de oro,
en el siglo XVII.
Conviene recordar que Amsterdam fue una metrópoli capital en el el comercio mundial. Ello fue debido a la hegemonía de su comercio.
Caspar
Luyken, Establecimiento de negocios de seda en Amsterdam, 1697.
Rijksmuseum, Amsterdam. Fuente de la imagen: Rijksmuseum
A pesar de la guerra, casi omnipresente en el siglo XVII, el país se apoyaba en la pujanza comercial extraordinaria de las Compañías de las Indias tanto la VOC (occidentales) como la WIC (orientales) creadas a inicios del siglo XVII. Amsterdam disfrutó un fabuloso boom económico y demográfico, con una creciente demanda de productos de consumo, esencialmente de lujo. Las Compañías de las Indias fueron creadas en un principio para el comercio de especias pero rápidamente se expandieron a otros ambitos de gran valor como los textiles, la porcelana o el café.
La fortuna de los regentes y armadores que controlaban estas empresas tan codiciadas, no procedía solo de la reventa de esta preciadas mercancias sino también de la infamante trata de seres humanos -esclavos negros- practicada en el marco de una economía o comercio triangular trasatlántico: eran cambiados por productos europeos como textiles o armas y vendidos a continuación en América, tanto del sur como del norte a cambio de materias locales como azúcar, café, cacao, algodón o tabaco.
La difusión mundial de los tejidos neerlandeses
Tres industrias locales, ligadas a la producción textil, fueron particularmente floreciantes durante este periodo, con un gran éxito comercial internacional: la lana, el lino y los encajes.
Leyden, al norte de la ciudad de La Haya, se convirtió en uno de los principales centros productores y exportadores de paños de lana a nivel mundial.
El éxito de estos tejidos no fue por casualidad: contaban con las mejores materias primas -como la lujosa lana merina española- y un sistema de control e inspección a través del gremio de los marchantes-pañeros sin parangón en Europa. Así se garantizaba la calidad extrema de los productos.
Más de cien variedades de telas diferentes eran controladas cada semana en los siete centros de inspección -los halles- de Leyden.
Eran especialmente rigurosos en cuanto a los tejidos de lana azules y negros ya que eran los más costosos y susceptibles de poder ser fraudulentos.
Estos excelentes tejidos fueron particularmente muy apreciados
por la corte y la nobleza europea.
Isaac Claesz van Swanenburg, Hilado de la lana en Leyden, c. 1595. Museo de Tejidos de Leyden. Fuente de la imagen: Wikipedia.
Por lo que se refiere al lino, era finísimo y ligero, de gran calidad. También era conocido como "tela de Holanda" o simplemente "Holanda".
La fibra de lino es gris antes de sufrir largas operaciones
de blanqueamiento para convertirse en un tejido
inmaculado.
Haarlem como toda la Frisia era célebre por la excelencia de
sus lavanderos-blanquedores y por la gran calidad de sus tejidos. Utilizaban leche de vaca y extendían el lino en las praderas al sol para blanquearlos.
Desde
la Edad Media hasta el siglo XVIII, el uso del lino estaba generalizado en los guardarropas
masculinos y femeninos de todas las clases sociales. Así, la camisa de
lino era la ropa interior básica. Era la calidad textil y el grado de
su limpieza lo que distinguía a estos indumentos de ricos y pobres. Mantener prendas de lino era muy costoso. Solían tener las iniciales bordadas de sus clientes para facilitar el trabajo a los lavanderos-blanqueadores y evitar la pérdida de estos costosos indumentos.
Con "tela de Holanda" fabricaban también tocas o cofias para mujeres así como encajes para cuellos y puños.
Pieter (1) de Jode, Pareja de elegantes: un gentilhombre español y una dama flamenca. c. 1600-1610.
Hacia 1670 se exportaron menos por las políticas proteccionistas del poderoso ministro Colbert en Francia o de Carlos II en Inglaterra.
Una moda en blanco y negro
El estereotipo sobre indumentaria más generalizado que hizo fortuna en la Holanda protestante del siglo XVII es la moda en blanco y negro.
Willaerts Abraham, Un armador y su familia, Museo de Bellas Artes de Valenciennes. Fuente de la imagen: Museo de Bellas Artes de Tours.
En efecto, pudiera parecer que es fruto del rigor calvinista austero y sobrio, pero un análisis más detallado, sin negar lo anterior, nos refleja que el negro era el summum de la elegancia -como ya se hizo patente en otros periodos históricos como en la corte borgoñona del siglo XV o en la España de Carlos V y Felipe II en el siglo XVI. Por lo tanto, esa pretendida austeridad era más aparente que real, porque los tejidos presentes en los retratos de los adinerados burgueses holandeses eran exquisitos y costosos así como los inmaculados encajes de cuellos y puños que acrecentaban la suntuosidad de nouveaux riches de los retratados.
Pieter Soutman, Retrato de la familia Beresteyn con sus seis hijos y dos sirvientes, hacia 1630-31. Este retrato muestra a una rica familia de Haarlem en la que no faltan los indumentos de color negro y los exquisitos encajes en cuellos y puños. Los niños visten como miniadultos. Fuente de la imagen: Wikimedia Commons.
Taller de Cornelis van der Voort, Retrato de Magdalena van Erp realizado con ocasión de su matrimonio, hacia 1623. Castillo real de Blois. Fuente de la imagen: webmuseo.com
Patines, Holanda, hacia 1625-1675. Centraal Museum de Utrecht. Fuente de la imagen: https://www.latribunedelart.com
Indumentos femeninos y masculinos, c. 1625
En
esta exposición podemos analizar varios indumentos de la moda de la burguesía holandesa del
siglo XVII. Son reconstrucciones basadas en fuentes documentales e
iconográficas.
Ambos llevan el consabido negro y los ricos encajes de cuellos y puños.
En
el siglo XVII los encajes estaban de moda en toda Europa. Sus
principales centros de producion eran Venecia y Flandes (Amberes,
Brujas, Bruselas, Malinas) pero se producian también por otros paises
europeos como España y Francia. Eran mercancías de lujo, sumamente costosas.
En los Países Bajos los imponentes cuellos blancos de encaje de rueda de molino -fraises o ruff- alcanzaron un enorme éxito. Fueron elementos icónicos de la moda durante un siglo, desde mediados del XVI hasta 1650. Los retratos holandeses y flamencos reflejan muy bien esta tendencia.
Durante las décadas de 1600 al 1630 se convirtieron en el emblema del estatus social por excelencia. Hacían falta nada menos que 17 metros de tela para realizarlos. Requerían un cuidado exquisito para poder conservar su limpieza y blancura. Su estructura rígida y de grandes dimensiones imponía un porte altivo, mostrando así, el rango social de su propietario.
Reconstruccíon de una fraise o gola de lino con estructura metálica que permitía mantener rígido el cuello de encaje.
Esta indumentaria femenina nos muestra una ropa de encima, con o sin mangas denominada vlieger -derivado posiblemente de una tipología indumentaria española denominada ropa-. En este caso es con mangas extraíbles.
Habitualmente es negra, de terciopelo y podía ir forrada con pieles.
Lo usaban solo las mujeres casadas.
El vlieger va abierto al frente, dejando asomar el cuerpo o corsé emballenado denominado borst. El borst suele ir decorado con hilos de oro y perlas o pedrería fina. La falda va ahuecada en su interior gracias a un artilugio tipo verdugado o tambor, consiguiendo así, una amplia silueta. No faltan los encajes en cuello y puños. La camisa- no visible- hace las veces de ropa interior.
Por su parte, la reconstrucción de indumentaria holandesa masculina, como la que llevaban los hombres burgueses hacia 1625, está compuesta por una capa circular, un jubón y unos calzones hasta la rodilla. No faltan los encajes en puños y en el cuello caído. Completa su vestimenta las medias, los zapatos y el sombrero de ala ancha.
Fuente de documentación
La visita a la exposición L´étoffe des Flamands. Mode & peinture au XVIIᵉ siècle y su catálogo.
VVAA (2022). L´étoffe des Flamands. Mode et peinture au XVIIᵉ siècle. Gante: Snoeck.
Fotografías: Ana Galván, exceptuando aquellas que indiquen otra fuente documental.