Autorretrato en Bugatti verde, Tamara de Lempicka, 1929, Colección privada. |
Cuando estalló la revolución bolchevique en 1917 huyó con su marido a París donde viviría una vida mundana, de fiestas y excesos, pero donde también se convertiría en la retratista de las celebridades de la época.
En 1926 se divorció de su primer marido. Viajó en numerosas ocasiones a Italia y allí fue amiga del decadente esteta italiano, el escritor Gabriele D´Annunzio.
A pesar de su aparente vida glamurosa, sufrió intensas depresiones que no le daban tregua.
Esta fascinante artista, que tuvo una vida de película, fue adorada y despreciada a partes iguales, pues para algunos vanguardistas “bienpensantes” representaba el paradigma de lo kitsch o un personaje esteticista de otra época. Recordemos que la vanguardia “seria” consideraba que el Déco era una reminiscencia del arte del siglo XIX, como algo anticuado aunque, en verdad, fuera todo lo contrario. Ella y su arte eran considerados como la esencia de la frivolidad. Su pasión por la belleza y el lujo no casaban con los artistas de vanguardia comme il faut. Aunque no la faltó trabajo como retratista de las elites aristocráticas, en el mundo del arte siempre fue una especie de outsider, no siendo aceptada en general, ni por su colegas pintores ni por los críticos de arte.
Su objetivo como pintora no era copiar la realidad sino crear un nuevo estilo, brillante y de colores luminosos donde predominara la elegancia de las figuras representadas. Y es que Lempicka se especializó en retratos de mujeres déco, con fondos arquitectónicos de rascacielos de ese estilo, muy abundantes en sus cuadros.
En sus obras retrata el nuevo paradigma de la mujer de los años 20 y 30, mujeres que pretenden ser emancipadas, que fuman, conducen su propio coche, adoptan una indumentaria un tanto andrógina, con cabello bob o a lo garçon, hacen deporte, viajan y disfrutan de la vida...
Muchos retratos de líneas netas y pulidas son desnudos y en ocasiones, muestra abiertamente escenas de homosexualidad femenina.
Los cuerpos que pinta suelen ser muy escultóricos, con formas rotundas, como si fueran estatuas clásicas pero sin estar basadas en las proporciones perfectas del canon griego.
Las miradas de los retratados suelen ser melancólicas, tristes o pensativas. Consideraba que se autorretrataba en todas sus obras.
Sus referentes estéticos son muy variados: oscilan entre la pintura italiana del Renacimiento –en especial adoraba la obra de Bronzino-, las conexiones con las odaliscas rotundas del neoclásico francés Jean-Auguste-Dominique INGRES –deliberadas o no-, y sobre todo el influjo del Cubismo.
Entre sus profesores en París destacan André Derain y el neocubista André LOTHE (1885-1962). Sin duda Lothe es el que más profundamente marcó su obra pictórica y de él asimiló un cubismo “blando”. Según Alain Blondel, Lempicka consiguió un proceso de síntesis sorprendente y único en sus obras entre el arte renacentista y el neocubista.
Asimismo, hay ciertas concomitancias entre Lempicka con el realismo mágico y los pintores alemanes de la Nueva Objetividad, en particular con Christian SCHAD. Los retratos de Schad como el del aristócrata Graf St-Genois d'Anneaucourt, epitomizan el glamour decadente de la época de la República de Weimar (1919-1933).
Sus pinturas parecen imágenes de revistas de moda. Concede mucha importancia a la pose, la vestimenta, incluso el maquillaje. Incluso ella misma posaba como si fuera una estrella de cine, siempre sofisticada, siempre elegante y a la última. De hecho la llegaron a comparar con la mítica Greta Garbo con la que guardaba un cierto parecido.
Su etapa dorada como pintora coincide plenamente con el período déco, fundamentalmente en la década de los años 25 al 35.
Se casó dos veces –la segunda en 1934- y tuvo una hija, Kizette, a la que retrató con frecuencia en cuadros que están entre lo mejor de su producción.
En los años 40 se estableció en Estados Unidos con su segundo y millonario marido e inició allí una etapa abstracta intentando formar parte de la pintura americana con escaso éxito.
Las celebridades hollywoodenses adoran los cuadros de Tamara de Lempicka. Es frecuente que el estilo déco o neodéco decora muchas de sus mansiones. Por eso no es extraño que la actual y principal coleccionista de las obras de Lempicka sea Madonna y también, aunque en menor medida, el actor Jack Nicholson y la cantante Barbra Streisand.
Entre sus pinturas podemos destacar:
*Su Autorretrato en un Bugatti verde, 1929 (es la imagen del inicio de este artículo) es su cuadro posiblemente más conocido. En ella se representa como una mujer moderna y distinguida, llevando guantes y un sombrero muy ajustado tipo cloche. Aparece conduciendo un coche deportivo Bugatti–que nunca tuvo- sugiriendo la idea de velocidad y las máquinas, temas que fascinaban a los artistas de vanguardia, en especial a los vinculados con el futurismo italiano. Capta, como en una fotografía, un momento exacto. Esta pintura fue un encargo para la portada de una publicación alemana llamada Die Dame especializada en promover la imagen de una mujer moderna. Por eso es una obra que está a caballo entre las bellas artes y el diseño gráfico y de moda. El maquillaje también es muy déco.
*La Duquesa de la Salle (1925) es un retrato maravilloso que muestra a una mujer andrógina, que viste un tuxedo de corte masculino. Las referencias arquitectónicas no faltan en el fondo del cuadro.
La Duquesa de la Salle, Tamara de Lempicka, 1925.
Retrato del Conde de Afflito, Tamara de Lempicka, 1925.
La bella Rafaella, 1927.
St. Moritz, Tamara de Lempicka, 1929.
Joven con guantes, Tamara de Lempicka, 1930.
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